GRACIAS A JESÚS, BUDA, VISNHU, LA MADRE TIERRA, EL PATRIARCA ABRAHAM Y EL GODSPELL
¿Cómo viajar para dejar el mundo cotidiano del caos sin salirme de mí? ¿Cómo hacer para estar fuera de México y no perderme en lo interesante de los parajes ajenos, el turismo y la gente nueva? ¿Cómo nutrirme del exterior para llegar adentro?
La razón de cualquier viaje mío, con pretexto de trabajo o placer, es descubrir algo interno que sólo afuera puedo encontrar: descanso, lucidez mental, aislamiento, alianzas, revelaciones. Hay que salir, sí, pero para llegar. Y la única manera de no perderme en nuevos horizontes y a la vez alimentarme de ellos, de mantener el centro, es a través de la oración como contemplación y rezo. Así que viajo con un libro de oraciones diarias llamado Conectarse con Dios, que reviso todas las mañanas, después del ángel de la guarda, invocar la luz del Cristo interno y dar gracias por un día perfecto; eso sin salir de cama. Ya afuera lavo manos y cara para quitarme la negatividad del sueño, me raspo la lengua y lavo la boca pidiendo alejar las palabras malvadas de ella. Esa es la base del día que aunque suena larga se hace en menos tiempo de lo que dura el baño y el arreglo, que incluye usar de pulsera un rosario budista.
De ahí en adelante hay que ver cómo pinta el clima y la cultura. Si es posible , y Vishnu lo permite, voy a la clase de yoga más cercana, que es para mí una manera de rezar con el cuerpo. En medio de las posturas más torcidas la claridad acierta ruta y emerge un entendimiento, una idea, una sensación de paz, que no visualiza de ninguna otra manera. Si alguna iglesia tiene las puertas abiertas entro a encender una vela por los que no están y a saludar a Jesús, la primera forma divina que conocí. Si es una estadía larga, en mi habitación construyo un altar de cuatro elementos: agua, aire, fuego y tierra, con materiales locales para honrar la madre tierra; lo anterior generalmente incluye usar una banda que regaló un chamán, que uso para escribir, y el péndulo. En los últimos meses he incorporado a la maleta un tomo del Zohar, el libro cabalista para romper la reactividad y conectarse con la luz, que en cualquier momento del día escaneo para que mi alma respire ese alimento. Todo esto que suena enloquecido y vario lo que hace es darme centro, ponerle intención y presencia a mis actividades: recuerdo a lo que vine y para qué, entonces estar fuera empieza a ser la vereda para caminar hacia adentro. Si a eso se le suma estar en la naturaleza al experiencia es fantástica.
Como estoy en tierra protestante y este grupo no ha hecho más que dividirse en no sé cuántas sectas: cuáqueros, adventistas, calvarios , cristianos y otros grupos innombrables (siete iglesias distintas en la misma cuadra de PuebloQuieto) no sabía a cuál entrar. La solución la dio mi compañera de residencia, Sandra, que es negra, e iba a ir a honrar a Dios durante un concierto. Muy vestidas un domingo en la tarde nos paramos en un templo multi credo al que llegó la familia de un tal Pastor McSwain. Su esposa, madre de 13 hijos, con una cantidad enorme de nietos, bisnietos y tataranietos, era la maestra de ceremonia. Presentó a su familia en modalidades de coro, duos, solos, y otras combinaciones posibles. Entre todos, con la voz viva y el ritmo encendido, nos dimos a la tarea de alabar a Dios. Ahí estaba yo, aplaude y aplaude, baile y baile, cantando aleluyas y salmos, gritando Amén. Cuánta dicha la oración festiva, las voces privilegiadas, el ritmo; cuánto gozo saber que en todos esos momentos de alegría, no importa la forma, se encuentra Dios: la fuente de todas las cosas que existen. De vuelta a casa aprecié mejor la tonalidad del otoño, la sonrisa de un compañero, la cena que el escultor preparó, y un ritual pagano al que nos animamos para atraer dinero. Cuánta magnificencia, me dije, y esa noche me fui a dormir dando gracias a Jesús, Buda, Visnhu, la Madre Tierra, el Patriarca Abraham y el Godspell, en medio del sonido de las hojas que empiezan a caer.
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