La ignorancia
Hablo de la mía, de la de quién más. El asunto duele porque en general me siento medianamente lista y culta, claro que tengo días buenos y otros no tanto, pero aquí casi sólo hay días de los no tanto. Me explico.
Ya algo se atisbaba la tarde de mi llegada, casi como oráculo, cuando vi ese animal más grande que un caballo, que es un elk pero que no alcancé a comprender en español. La cosa se puso peor tratando de ubicar quién es quién en la fauna local con los nombres en inglés, francés y alguno nativo. Ahora no sólo no alcanzo a traducir su apelativo, mucho menos a distinguirlos, no digamos a saber alguna de sus particularidades a mí que los hábitos de los animales interesan tanto.
Aquí va un ejemplo. Tengo claro que todos los que mencionaré a continuación son de la familia de los cérvidos, lo cual, al menos a mí, no dice mucho cuando pienso en mi familia como el ejemplo más cercano. A ver, Moose es alce, su cornamenta es muy distinguible por que los cuernos no sólo crecen a lo alto sino a lo ancho, son enormes, pesan hasta 800 kilos, y lo vi hasta el cansancio en las caricaturas de bullwinkle. Deer es venado, los juveniles tienen manchas blancas como Bambi, son de orejas grandísimas, como para acomplejar un burro, por eso les llaman Mule deer, y tienen la cola negra. Perfecto. El caribú es el nombre local para designar al raindeer, un reno como Rodolfo, bendita sea la infancia, aunque no traigan cascabeles al cuello. A la misteriosa criatura llamada Elk, localmente se le conoce como Wapiti y su nombre en español es uapití, un ciervo común de Norteamérica que sólo existe aquí y Asia. A veces la gente cree que Moose y Elk son lo mismo, con eso de que son primos, pero sus cornamentas son distintas no sólo en forma, las de los alces crecen a los lados y las de los elk crecen hacia arriba y las mudan cada año como los venados.
Saldada esta duda había vuelto a la confianza de mis saberes hasta que una casi noche vi un coyote en la carretera y empezó la duda porque parece un lobo aunque no es blanco, pero tiene algo de zorro, aunque no el color, y la verdad parece perro pastor alemán cruzado con algo muy pero muy corriente. Y como aquí el tema son los animales, hay que aplicarse con las jaguares (que es una pantera que parece tigre pero los que hay aquí son de color dorado) y los linces que no son lo mismo que los gatos montañeses. Los búfalos de agua son otro tema, negros con tienen los cuernos blancos como el peinado de Oscar Wilde; los búfalos caffer viven en África y usan el mismo peinado pero más grande y negro; los más importantes son los bisones que son los bisontes, el animal sagrado para los indoamericanos, esos grandotes y peludos, con cabezas descomunales en relación a sus cuerpos, que había entre 60 y 100 millones antes de que llegara Colón a América y que ahora sólo hay 350 mil después de un gran esfuerzo para evitar su total extinción. Pero la gente, floja para nombrar, confunde al bisonte con el búfalo, al alce con el uapatí y a mí con una mexicana que fruta vendía, o sea con la vieja del otro día.
Luego vienen los detalles entre el oso negro, que no siempre es negro, más bien pardo, a mucha honra, y el oso grizzli, ambos habitantes de
Están las cabras montañesas, blancas con cuernos cortos, y los carneros que son oscuros con cornamenta enorme y enchinada.
No quiero ni acercarme al tema de los pájaros, que hay más de 260 especies y todos vuelan y de chiquitos hacen pío pío. El más famoso de la zona, magpie, tiene el pecho blanco y parece cuervo.
La marmota es como un conejo sin orejas, muy emparentada con la ardilla pero que es un roedor.
Ya no quise averiguar cómo es el Muskox, un animal de la era glaciar que suelta su pelaje los meses de calor con el que hacen suéteres de quiviut a 800 dólares el más simple. Total que no importa cómo le haga, aquí no salgo bien parada.